Foto: Elsa Tenca-Mariani.
-Desde un andén del Metro de Santiago de Chile...

viernes, 17 de junio de 2016

LA CORRUPCIÓN...


Algunas conclusiones sobre:
"La corrupción como cuestión social y penal"(fragm.)
-De:Juan S. Pergoraro.

No es un lugar común integrar al análisis social que el delito ha sido y es parte constitutiva del orden social, no obstante la visibilidad del uso de la fuerza y de la violencia como instrumentos con los que el poder ha definido lo que es derecho, lo que es norma, lo que es natural, lo que es verdad (Foucault 1992): hacerlo, creo, es demasiado inquietante. Creo que la forma de explicar y describir el fenómeno de la corrupción implica una determinada manera de concebir la sociedad, quiero decir que necesita de una explicación de la estructura y funcionamiento del orden social: de tal manera, si la concebimos como un organismo que tiende a la armonía y al mayor bienestar de todos no habría lugar para el "fenómeno de la corrupción" tal cual lo venimos desarrollando, y solo había actos corruptos, casi una patología personal del actor. De manera similar si colocamos en la cúspide de esta sociedad o sobre ella y articulándola un órgano, el Estado, como su expresión de la conciencia moral-social mas desarrollada y dotado del superpoder de normarla también implica quedar atrapados en la idea de la corrupción sólo como un delito y por lo tanto una disfunción para el desarrollo de la sociedad. Pero la "sociedad civil" está debajo o en paralelo o arriba del Estado, y expresa las reales y concretas relaciones socio-económica-políticas. En ella, los individuos establecen relaciones entre si de diverso carácter, tanto racional como no racional, se asocian y disocian, se unen y desunen, cambian cosas por otras cosas o por gestos o silencios, se enfrentan y luchan y se unen, prometen o consolidan compromisos o alianzas: en suma son la sociedad real en la que los individuos viven dentro del estado, fuera del estado y aún  contra el estado y establecen un orden desigual, siempre en equilibrio precario, pero siempre desigual. La existencia de la sociedad como orden social es tan sólida y real como la existencia de grupos, partidos, asociaciones, corporaciones etc. que no son mas que las expresiones de ciertos vínculos o intereses que lo conforman y que le reclaman lealtad, aquella "facción" referida por Hobbes. El fenómeno de la corrupción está ligado a la subsistencia de estas "facciones" en esta era Moderna y en el interior del Estado de Derecho y no me refiero a los "cuerpos intermedios" -nobleza, clero, los antiguos órdenes privilegiados que son sobrevivencias debilitadas del pasado precapitalista-, sino otros cuerpos intermedios como las corporaciones y grupos económicos constitutivos de la sociedad real y que no han podido ser destruidas por la fuerza de las ideas de la modernidad, o la idea del "estado" como ente autónomo portador de la "voluntad general" o de los intereses generales. Tal fenómeno que los revolucionarios franceses pretendieron conjurar con la Ley Chapellier  resistió -y resiste- como un "atavismo" social y fue la expresión del poder de la naciente burguesía que mantuvo y reprodujo sus fuerzas corporativas por encima de los individuos. En el seno de la sociedad civil, estos grupos están sometidos a la "ley de la concentración" y al darwinismo social y la dinámica de la lucha por la sobrevivencia y la reproducción en el mundo del mercado es la que somete a las formas republicanas y democráticas; por ello aquella idea democrática de "un hombre un voto" no cancela la existencia de otros centros de poder, que no están siempre representados -de acuerdo a su poder real- en el Parlamento y hace que la ley general sea un débil referente para su comportamiento. Hace casi cien años, Pareto realizaba un lúcido y descarnado análisis de la democracia (realmente existente).Las páginas de Pareto citadas por Giulio Sapelli son iluminadoras para lograr un enfoque sociológico del fenómeno de la corrupción política en su forma histórica concreta a partir de una concepción de la sociedad y las formas políticas que la gobiernan. La insistencia de Pareto sobre la prolongación de rasgos de una sociedad corporativa (y hasta feudal) en el sistema político-democrático abre interrogantes sobre las causas y remedios del fenómeno: en suma la incumplida promesa de la Modernidad de disolver los poderes ocultos en la sociedad civil. En este sentido el sistema penal está supeditado en la realidad a la misma realidad a la que está sometida la vida democrática. Solo queda la apelación a la virtud, aquel valor espiritual siempre a mano para invocar pero siempre lejano en objetivar en la función pública obligada a la hora de razonar sobre esto: la separación (artificial) del poder económico y del poder político es la fuente de una tensión en el que el fenómeno social de la corrupción se instala, no obstante su lenguaje, suprimir los poderes reales de los poderosos sujetos existentes en la sociedad civil, y no ha servido el talismán de "un hombre un voto" en cuanto los mismos "hombres-voto" no han podido transformarse en ciudadanos. El "estado de derecho" ese reducto siempre imaginado y deseado, (aunque por momentos existente) aparece disminuido, debilitado, casi sometido a los intereses de grupos partidarios o económicos poderosos y representados en el Estado. El discurso económico del libre mercado es naturalmente antiestatista y sólo concedió controles y limitaciones en cuanto podían ser usados en la resolución de sus conflictos con otros grupos y en esta era Neo-Conservadora y de capitalismo de mercado globalizado los cambios que ha traído se expresan no solamente a nivel de un mercado mundial cada vez mas articulado sino también con efectos en diversos ámbitos de la vida social y política. Por ejemplo ha producido también la reestructuración del lugar de lo público y de lo privado y por ello el funcionario de la administración o el funcionario político tiene otras “ nuevas obligaciones” en su cargo: privatizar, mercantilizar, adjudicar, y esta sería a mi entender el escenario donde se violan las normas legales pero se cumple el mandato político-social del neo-liberalismo conservador.; la toma de decisiones por parte del estado está sometida a otra lógica que también ha minado el residuo de autonomía de su gestión. En este contexto me parece necesario también pensar acerca de la articulación de la gestión estatal y la corrupción y considerarla en el marco de “ prácticas de gubernamentalidad” (Foucault 1990) incorporando la teoría política para explicar el fenómeno en su complejidad: la corrupción, la impunidad y también su revelación. Estos tres aspectos forman parte también de la lucha política, del arte de gobernar, del arte de la confrontación y de la negociación. En este sentido Foucault se refiere a las “ prácticas de gubernamentalidad” .Esta idea del "arte de gobernar" se manifiesta en la capacidad de los grupos de poder presentes en el estado de perpetuarse, o sea de mantener el poder por medio de un sin fin de tácticas y estrategias de cooptación, inclusión, negociación, coparticipación, o exclusión y hasta de eliminación. Recordemos que “ El Príncipe” de Maquiavelo es esencialmente un tratado de la habilidad del Príncipe para conservar su principado. Por lo tanto se trata de una cuestión circular: la finalidad del gobierno como cuestión circular reenvía al ejercicio mismo del gobierno (el objetivo principal del príncipe es conservar su principado) y ... el arte de gobernar se traduce en el arte de conservar el poder de gobernar; toda la racionalidad instrumental se supedita a este objetivo. Por ello, las prácticas gubernamentales, entre ellas el uso de la corrupción forma parte, en esta racionalidad, del arte de gobernar y el respeto a la ley.Pero lo que no dice Pareto es que la forma democrática, aún la "realmente existente" permite y estimula la posibilidad de la denuncia de la corrupción, cuestiones vedadas (Lamo de Espinoza, 1997: 274, Elster, 1991; Wolfe:,1980; Huntington, 1972 ) en regímenes autoritarios paradigmáticos como el Franquismo, el Nazismo, el Fascismo o el Stalinismo, donde se realizaban algunas "purgas" ante hechos de corrupción pero sin escándalo y sin procesos judiciales que hicieran visible el problema. De todas maneras existe una deuda de los estudios sociológicos y polítológicos que iluminen la articulación de la gestión estatal y la corrupción, ya no como actos individuales de funcionarios, sino como"prácticas de gubernamentalidad". Así la lógica racional de la corrupción se supedita en la mayoría de los casos a la lógica del arte de gobernar; solo así, creo, puede explicarse que la corrupción actual esté caracterizada Así el arte de gobernar incluye a la corrupción como un insumo, como una herramienta táctica que se desarrolla en el marco de una "mercadización" o mercantilización de lo político, de lo administrativo y aún de los espacios sociales. Si bien su resultado mas visible es la apropiación, uso, desviación y/o adjudicación de recursos públicos en manos privadas, no es solo eso: también tiene como objetivo de tal práctica de gobierno es integrar y cooptar o neutralizar oposiciones. O sea mantener el poder de gobernar. Esto explicaría la impunidad y la incapacidad estructural del sistema penal y la utopía del esquema delito-castigo para entender la vida social. En este sentido el esquema delito-castigo (Marín 1993) que es el sustento ideológico del sistema penal mas que irreal, en gran medida está sometido al arte de gobernar Lo expuesto lleva la intención de mostrar la complejidad de este fenómeno en la idea que sería imposible "convivir" la corrupción tal cual se ha dado principalmente en la década de los 90 sin la obra de ingeniería social que supone la amplia red de relaciones de diversos poderes que la sostiene, algo así como una solidaridad -personal.grupal-institucional que sugiere el ejercicio del arte de gobernar en el marco de la dinámica de los conflictos sociales ♣

FUENTE:

Universidad de Buenos Aires- Facultad de Ciencias Sociales.




 Juan S. Pergoraro: es Master en Sociología (FLACSO-México). Profesor Titular de Delito y Sociedad.Sociología del Sistema Penal. Investigador Titular del Instituto Gino Germani. Dirige el Program de Estudios del Control Social (P.E.CO.S) y un Seminario Permanente del Control Social (de prosgrado) de frecuencia semanal desde 1993 en el Instituto Gino Germani, y dirigeDelito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales. Ha sido director de la carrera de Sociología de la UBA (Ar.). Profesor invitado en universidades nacionales y en el extranjero. Ha publicado numerosos artículos sobre el tema en Brasil, Ecuador, México, Italia, Venezuela, Colombia y España.
Contacto:
Email: pegoraro@mail.retina.ar


La corrupción como cuestión social y como cuestión penal



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